miércoles, diciembre 08, 2010

 

En conflicto

Todo es conflictividad, títulos de tapa, cartelera de paros, encuestas que muestran al desaprobación de la mayoría de la población para con las medidas sindicales y el índice de conflictividad de la Universidad Católica que describen que la situación se crispó.La conflictividad molesta al discurso del consenso, lo distorsiona. El discurso se cuadra y replica fuerte defendiendo al hombre común, a la ciudadanía toda, a veces a los intereses de todos o los intereses de cada uno dependiendo del emisor. A la vez lo asusta y le da el rol de rehén del conflicto.El conflicto como accidenteEl discurso del consenso ha instaurado que vivimos en una sociedad armónica, donde todo tiende a solucionarse por el acuerdo entre partes que reconocen su lugar y no cruzan los límites. Una sociedad jerárquicamente ordenada en la cual las acciones de unos deben adecuarse a las expectativas de los otros, una sociedad que funciona y en la cual el conflicto social es un accidente. Una excepción producto de la coyuntura (la finalización de la ronda de los Consejos de Salarios, el crecimiento económico sostenido y las expectativas que esto genera, a su vez el crecimiento de los sindicatos y los nuevos miembros no acostumbrados a la toma de decisiones, la poca predisposición de las gremiales empresariales y la ley de presupuesto) y así lo describió el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Eduardo Brenta: “estamos comenzando una situación de retorno a la normalidad” declaró durante una entrevista radial en El Espectador. El conflicto como amenazaMientras se le atribuía al presidente José Mujica falta de autoridad, que no le gusta mandar y se le comparaba en varios análisis periodísticos y académicos con Tabaré Vázquez, este último aprovechó el acto de los 100 años del Partido Socialista e hizo su aporte convocando a repensar el conflicto: “reflexionemos uruguayas y uruguayos, no matemos a la gallina de los huevos de oro una vez más. No tiremos infinitamente de la piola, porque un día se rompe y en una sociedad como la nuestra, cuando la piola se rompe los que más sufren son los que menos tienen”. Pura metáfora en acción, si hay conflicto pierden los desposeídos. Esa misma semana el sociólogo César Aguiar destacó que el gobierno de Vázquez logró crecimiento, distribución y consenso. Otro conflicto es posibleEl filósofo José Rebellato (1946 - 1999) planteaba en la Revista Trabajo Social publicada en marzo de 1986: “La aceptación del conflicto sólo cuando éste se presenta en el nivel manifestativo, en el fondo no significa más que una manera de evitarlo. El conflicto no es una realidad provisoria. Más bien constituye el fondo mismo de la realidad. Captamos la presencia del conflicto a través de las estructuras latentes que lo encubren”.Mientras se vive el conflicto a través de los medios de comunicación se le exige a los actores (sindicalista, presidente, empleador, comunicador) algo de lo que en ese momento el espectador carece: claridad para las soluciones.Las situaciones conflictivas dejan poco margen para la no toma de partido, pensar al conflicto como el cimiento de la realidad nos saca de una sociedad armónica, consensuada y nos coloca frente a otra en la cual las relaciones no siempre funcionan. Una sociedad que no funciona, en la cual no hay un sólo hombre común, mensurado, encuestado, sino que hay diversos hombres comunes con intereses distintos y encontrados. Unos piensan desde una sociedad armónica y buscan las soluciones para construir la estabilidad y otros piensan desde el conflicto y buscan el cambio social. Unos y otros conviven en el Frente Amplio.
Todo es conflictividad, títulos de tapa, cartelera de paros, encuestas que muestran al desaprobación de la mayoría de la población para con las medidas sindicales y el índice de conflictividad de la Universidad Católica que describen que la situación se crispó.
La conflictividad molesta al discurso del consenso, lo distorsiona.
El discurso se cuadra y replica fuerte defendiendo al hombre común, a la ciudadanía toda, a veces a los intereses de todos o los intereses de cada uno dependiendo del emisor. A la vez lo asusta y le da el rol de rehén del conflicto.

El conflicto como accidente

El discurso del consenso ha instaurado que vivimos en una sociedad armónica, donde todo tiende a solucionarse por el acuerdo entre partes que reconocen su lugar y no cruzan los límites. Una sociedad jerárquicamente ordenada en la cual las acciones de unos deben adecuarse a las expectativas de los otros, una sociedad que funciona y en la cual el conflicto social es un accidente.
Una excepción producto de la coyuntura (la finalización de la ronda de los Consejos de Salarios, el crecimiento económico sostenido y las expectativas que esto genera, a su vez el crecimiento de los sindicatos y los nuevos miembros no acostumbrados a la toma de decisiones, la poca predisposición de las gremiales empresariales y la ley de presupuesto) y así lo describió el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Eduardo Brenta: “estamos comenzando una situación de retorno a la normalidad” declaró durante una entrevista radial en El Espectador.

El conflicto como amenaza

Mientras se le atribuía al presidente José Mujica falta de autoridad, que no le gusta mandar y se le comparaba en varios análisis periodísticos y académicos con Tabaré Vázquez, este último aprovechó el acto de los 100 años del Partido Socialista e hizo su aporte convocando a repensar el conflicto: “reflexionemos uruguayas y uruguayos, no matemos a la gallina de los huevos de oro una vez más. No tiremos infinitamente de la piola, porque un día se rompe y en una sociedad como la nuestra, cuando la piola se rompe los que más sufren son los que menos tienen”. Pura metáfora en acción, si hay conflicto pierden los desposeídos. Esa misma semana el sociólogo César Aguiar destacó que el gobierno de Vázquez logró crecimiento, distribución y consenso.

Otro conflicto es posible

El filósofo José Rebellato (1946 - 1999) planteaba en la Revista Trabajo Social publicada en marzo de 1986: “La aceptación del conflicto sólo cuando éste se presenta en el nivel manifestativo, en el fondo no significa más que una manera de evitarlo. El conflicto no es una realidad provisoria. Más bien constituye el fondo mismo de la realidad. Captamos la presencia del conflicto a través de las estructuras latentes que lo encubren”.
Mientras se vive el conflicto a través de los medios de comunicación se le exige a los actores (sindicalista, presidente, empleador, comunicador) algo de lo que en ese momento el espectador carece: claridad para las soluciones.
Las situaciones conflictivas dejan poco margen para la no toma de partido, pensar al conflicto como el cimiento de la realidad nos saca de una sociedad armónica, consensuada y nos coloca frente a otra en la cual las relaciones no siempre funcionan.
Una sociedad que no funciona, en la cual no hay un sólo hombre común, mensurado, encuestado, sino que hay diversos hombres comunes con intereses distintos y encontrados.
Unos piensan desde una sociedad armónica y buscan las soluciones para construir la estabilidad y otros piensan desde el conflicto y buscan el cambio social. Unos y otros conviven en el Frente Amplio.
Ruben Faguaga (Tomado de Periscopio)


Etiquetas: ,




<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?