domingo, julio 06, 2014

 

Por el voto del nuevo uruguayo


El Estado es la única herramienta para desarrollar políticas que den soluciones a las demandas sociales. En octubre decidiremos quién lo dirige. 
 Escribe Carlos Faguaga_Periscopio 222

 
José Natanson1 plantea que cada momento histórico está signado por un problema que condiciona el debate público y opaca a los otros problemas existentes en la sociedad. Una vez solucionado deja su lugar de prioridad a otro.
En la década de 1980 fue la recuperación democrática y la búsqueda de instituciones legítimas y estables. En los noventa fue reducir la inflación, armar una moneda fuerte y aumentar la caja del Estado. A principios de 2000 la atención se enfocó en la inclusión social y en combatir la desigualdad económica (coincide con el pasaje de los gobiernos latinoamericanos hacia la izquierda).
La tesis de Natanson apunta a que hoy el problema radica en la provisión de servicios públicos urbanos.
Si bien los conservadores, los medios masivos y las encuestadoras han martillado con la seguridad como problema y la educación como problema no son estos los ejes, son parte del eje, la demanda que condiciona a todas las demás demandas es la necesidad de servicios urbanos públicos. Estos son: protección contra la delincuencia , la educación, la salud y el transporte.



 

Nuevo uruguayo, nuevo votante
La etapa de crecimiento económico durante la década de 2000 fue acompañado de la reducción drástica del desempleo y mejora de las posibilidades adquisitivas de bienes consumo durables como TV plasmas y smartphones. Acompañando este salto económico se produjo en Uruguay un avance civilizatorio entre las relaciones sociales con políticas de género, salud y seguridad reproductiva, protección de las minorías sexuales y étnicas y planes de protección a la tercera edad y los jóvenes.
Todos estos avances, que alejaron el fantasma del desempleo y amortiguaron la injusticia social, dejaron paso a las demandas de una nueva sensibilidad urbana, con excedentes de ingresos o ingresos aceptables, que plantea nuevas reivindicaciones frente al espacio público, demanda un transporte ágil (61.054 autos 0km se vendieron en Uruguay en 2013), no enfrentar peajes de los limpiavidrios en cada esquina, no tener una hora de viaje en el 174 cada vez que va a trabajar. Demanda una ciudad sin basura.
Reclama por un educación de calidad, (la cual, a falta de herramientas claras, evalúa en horas de clase, idiomas aprendidos, posibilidades de trabajo y resultados de las pruebas Pisa).
Se queja por esperar dos meses para ser atendido por un especialista en su mutualista y muestra su preocupación por temas ambientales que probablemente pongan en riesgo su calidad de vida.
Teme ante la posibilidad cierta de ser atacado a la vuelta de la esquina de su casa, de que le roben el auto o lo agredan en la fila del supermercado mientras en su casa vive y revive las tropelías de los delincuentes, en Uruguay y en el mundo, que muestran los canales de TV.
La percepción de estas personas es que la calidad de vida mejoró dentro de sus casas pero fuera de ellas imperan los imprevistos y el riesgo. Los protegen las rejas, las alarmas, el portero del edificio. Pero la posibilidad de expresarse por Facebook no alcanza.Estas quejas y frustraciones suceden cuando empieza la desaceleración económica.  Es el nuevo uruguayo, el nuevo votante.


Nueva derecha, nuevo desafiante
A diferencia de la década pasada, cuando la oposición era fácilmente asimilable al antiguo régimen neoliberal, hoy la derecha pretende dar pelea por la bandera del cambio, dejó atrás las dictaduras antidemocráticas y las políticas económicas excluyentes y con discursos ni nombran al pasado (pero apellidos que lo cargan) y caras nuevas  pretende lucir más entrenada-preparada para desplegar su propaganda en los escenarios desarrollados por la izquierda.
Su principal candidato,Lacalle, que era un niño durante la larga noche de los 90 y no tiene vínculos con el golpismo como Bordaberry, apuesta fuertemente al disputarle el nuevo votante a la izquierda.
Integró a personas de diferentes partidos a su equipo de campaña y éste está dirigido por Pablo Da Silveira un eterno militante en contra de las políticas públicas en educación.

Se presenta sin corbata, con una gráfica neutra centrada en un pictograma que sirva para todo, ya sea señal de aeropuerto o bullet de Power Point, un discurso que no confronta y no cuestiona los avances sociales, económicos y civilizatorios (apunta a qué no fueron suficientes) y un jingle que repite somos hoy, somos ahora. Las alusiones al partido escasean, incluso el nombre de su agrupación es Todos. Va, sobre todo, por el votante colorado.
 

Viejo candidato, nuevo gobierno
Este escenario toma a la izquierda sin figuras de recambio con respecto a las elites partidarias y con un peso enorme de sus líderes históricos. Tabaré Vázquez arrasó en la interna frenteamplista y José Mujica (se) adjudica la buena votación de Raúl Sendic como una evolución natural de los Tupamaros.
La ventaja de la fuerza política de Vázquez es que es única con políticas concretas que atacaron los problemas que hoy desvelan al nuevo uruguayo.
El sector privado demostró en la década de 1990 su incapacidad para la gestión pública, por eso estos nuevos demandantes centran sus quejas en el Estado. Los conflictos no tienen como eje el sector privado, por ejemplo las  empresas, ni las entidades supranacionales como el FMI o la embajada de eeuu, sino que la mayoría son reclamos con las políticas del Estado o los conflictos terciados por él.
El Estado es reconocido como el único capaz de ofrecer una respuesta al, que hoy, es percibido como el principal problema (delincuencia, educación, salud y transporte) y la izquierda uruguaya ha demostrado que es la más capaz para manejarlo en la dirección correcta.



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